La palabra deuda tiene tanto seguidores fieles como críticos acérrimos. Sin embargo, no todo es blanco o negro. 

Yo suelo clasificar a la deuda en 2 grandes tipos: buena y mala. Esta clasificación la hago teniendo en cuenta cuál es el fin por el cual nos endeudamos, cómo usamos ese dinero, la tasa de financiación, entre otros factores.

Les comparto mis consideraciones sobre los pros y contras del endeudamiento.

Ampliando este posteo de @Luliinvierte

La mala reputación de la deuda

Tomar deuda significa asumir un compromiso de pago obligatorio con una contraparte: banco, prestamista, tarjeta de crédito, parientes, u otros. Solemos tomarla para financiar alguna compra que nos interesa, invertir en un negocio, pagar gastos imprevistos, etc.

Generalmente, la mayoría de las personas (¡sobre todo en Argentina!) suele darle una connotación negativa a esta palabra y muchos al apenas oírla directamente optan por huir. Sin embargo, hay veces donde contraer deuda hoy es necesario para fortalecer y construir nuestro futuro.

Deuda “buena”: cuándo SI endeudarnos

La deuda buena es para mí aquella que contraemos para pasar a un nivel superior de ingresos o patrimonio. Por ejemplo, para adquirir un activo (o un bien) que pondremos a producir y nos dará ganancias, o que sabemos que a futuro incrementará su valor de venta, o comprar nuestra casa para vivir durante los próximos 20 años.

Básicamente, el endeudamiento lo que nos permite en este caso es acceder a bienes o servicios imprescindibles que de otra manera hoy no podríamos hacerlo y que, al mismo tiempo, no constituyen un obstáculo en nuestro crecimiento financiero y nuestra economía personal y familiar actual y futura.

Es decir, las deudas buenas son productivas, las necesitamos para desbloquear crecimiento financiero.

Deuda “mala”: cuándo NO endeudarnos

Dentro de esta categoría incluyo a todas aquellas deudas que no están destinadas a crecer. 

A veces son deudas que tomamos para comprarnos alguna cosa que deseamos pero que no precisamos (ropa, zapatos, televisión de 60 pulgadas, etc), lo que comúnmente llamamos “un gusto” o “bienes deseables”. 

Otras veces, lo que sucede es que nos endeudamos creyendo en ese momento que es una buena alternativa y después nos damos cuenta que no fue la mejor opción…

También está el caso de las deudas eternas, cuotas interminables que ya no queremos ver más cada mes en el resumen de la tarjeta de crédito y que se terminan volviendo tortuosas. Suele suceder con los bienes o servicios de consumo rápido, donde las cuotas siguen por mucho tiempo más que estos. Por ejemplo, una vacaciones de dos semanas pagadas en 24 meses.

Este último caso se pone peor aún cuando lo que hacemos (por falta de dinero o el motivo que fuere) es pagar sólo el mínimo de la tarjeta y ahí es donde los intereses vuelan por los aires y podemos llegar a pagar una tasa de hasta 150%. Esto puede llevarnos a  pasar momentos de estrés y desesperación poco agradables.

En conclusión, este tipo de deuda no lo recomiendo en absoluto. Lo que sí les recomiendo con énfasis, es que traten de evitarlas.

Deuda “oportunista”: en contextos especiales como inflación, pandemia…

Dentro de esta categoría, una especial para quienes vivan en países de alta inflación, son compras con cuotas de valor subsidiado, con tasas nulas o de bajísimo interés, que sabemos que van a “licuarse” debido al contexto inflacionario y/o devaluatorio del mercado.

Un ejemplo de esto pueden ser programas de 12 o 18 cuotas de valor fijo; o créditos hipotecarios atados a moneda local con inflación alta.

O créditos subsidiados para PyMEs por contextos especiales como la pandemia, con tasas especiales inferiores a las que otorgaría cualquier otra entidad financiera.

Consejos para endeudarse

Como les decía antes, si sabemos cuándo y cómo endeudarnos, la deuda es un buen instrumento para avanzar nuestra vida y nuestro futuro.

Aquí les doy un par de recomendaciones que me han sido de gran utilidad cada vez que opté por tomar deuda:

  1. Tener en claro el monto total de la deuda que estamos asumiendo: capital + intereses (en caso que los hubiere)
  2. ¿Es un bien o servicio que preciso hoy o puedo esperar hasta juntar el efectivo para adquirirlo?
  3. Con quién nos estamos endeudando: banco, tarjeta de crédito, familiar, otra entidad financiera
  4. Qué tasa de interés se aplica sobre nuestra deuda
  5. Plazo de duración de la deuda
  6. Forma y fechas de pagos
  7. Nuestra capacidad de pago y de afrontar las cuotas en el tiempo
  8. Calendarizar y planificar cuándo habremos de terminar de pagar todas las deudas malas
  9. No asumir más deudas de las que podemos afrontar. Mantener un número limitado de deudas y recién renovarlas una vez que hayan culminado las vigentes
  10. Nunca, nunca pagar el mínimo de la Tarjeta de Crédito. Es la peor de las deudas.

Saber diferenciar mis deudas buenas de las malas me ha sido de gran utilidad para mejorar mis finanzas y, con ello, mi tranquilidad mental. Ustedes, ¿ya clasifican sus deudas?