Ampliando este posteo de @Luli.invierte
En enero 2020 dijiste que este año ibas a tener un plan. Comenzaste a armarlo con cuidado. Fijaste objetivos y el camino para alcanzarlos. Visualizaste cómo serían tus próximos meses.
A medida que las semanas pasaban, una palabrita se repetía constantemente en los medios de comunicación. Algunos le decían COVID-19, otros coronavirus. En marzo, tus planes se fueron, literalmente, al tacho. ¿Para qué sirve planificar? Eso es lo que te estes preguntando ahora.
Como siempre digo, no tengo fórmulas mágicas, ni respuestas absolutas. Lo que sí tengo es un recorrido por experiencias que me sirven para decirte que sirve, siempre sirve planificar.
Eso sí, hay que tener en claro que hacerlo “bien”, por así decirlo, depende de varios factores. Y hoy vengo a hablarte, precisamente, de ello.
¿Por qué es importante planificar?
Podemos movernos por corazonadas, somos humanos y es natural hacerlo. Pero si todas nuestras decisiones se basan en la mera intuición, iremos tanteando a ciegas. Planificar nos lleva a la acción, con un sistema que nos permite movernos en función de objetivos claros.
¿Qué quiere decir esto?
- Que nadie llega a ningún sitio si no sabe adónde va.
- Que será más difícil llegar a un lugar sin haber trazado primero un recorrido.
- Que puede ser casi imposible alcanzar ese objetivo sin tener en cuenta de dónde partimos.
Entonces, planificar nos ayuda a saber dónde estamos, adónde queremos ir y cómo vamos a hacer para llegar ahí.
Por otra parte –y creo que este es el punto más importante– el valor de planificar está en el ejercicio mental mismo. Porque trazar un plan es pensar en el futuro, anticiparse mentalmente a las tareas que tendremos que realizar para alcanzar una determinada meta.
Por ejemplo, organizar tus finanzas para viajar por el mundo el próximo año.
Esto nos brinda una mayor capacidad de enfoque y, sobre todo, nos produce tranquilidad. Ya que obtenemos cierto control sobre el futuro, lo que reduce la ansiedad. Algo parecido a lo que conseguimos en una clase de Yoga.
Planificar nos permite anticiparnos, aunque sea un poco, a lo que puede fallar. Al tener un plan definido no vamos a sentirnos tan perdidos si algo sale mal.
Claro que eso no aplica a todos los casos, ya que hay situaciones que nos cambian la vida de un día para el otro y ningún plan puede amortiguar semejante sacudón.
Por eso es fundamental que nuestros planes sean a prueba de crisis. Que es de lo que quiero hablarte a continuación.
¿Cómo planificar a prueba de crisis?
Como nos viene sucediendo desde que inició la cuarentena, para la inmensa mayoría, los planes cambiaron de la noche a la mañana. Es imposible estar preparados para todo lo que puede salir mal. La realidad supera ampliamente nuestra capacidad de anticiparnos y lo que está pasando es una clara muestra de ello.
Por eso es normal que hayan surgido dudas sobre el valor de la planificación. Sin embargo, aunque las dudas son válidas, también lo son las razones para trazar un plan.
Teniendo en cuenta todo lo que venimos hablando, hay una serie de cuestiones a considerar para crear un plan a prueba de crisis:
Planificar es un hábito
Lo primero es entender el acto de planificar como un hábito. Esto quiere decir que debe ser una práctica habitual, no algo de un día en el año y ya. Podemos pensar en un plan anual, por ejemplo, pero siempre habrá que hacer ajustes mensuales, quincenales, incluso semanales o diarios.
De ahí la importancia de considerar a la planificación como un hábito, algo cotidiano que construimos en el día a día.
No hay plan que sobreviva a la realidad
Si no fuera el coronavirus tal vez sería otra cosa. Tenemos que aprender a mirar nuestros planes con cierto escepticismo. Está muy bien hacerlos y son muy necesarios, pero también podemos cambiarlos y modificarlos en función de lo que la realidad nos va imponiendo.
Que ningún plan sobreviva a la realidad quiere decir que no podemos anticipar todo y tener siempre el control de la situación. A veces, tendremos que desarmar nuestro plan y comenzar de nuevo.
Nuestro planes deben ser flexibles
De la mano del punto anterior, llegamos a la importancia de crear planes que sean flexibles, planes que puedan adaptarse a la realidad. Si la situación es dinámica, nuestros planes también deben serlo.
Por ello, tenemos que estar preparados para cambiarlos, modificarlos e incluso, deshacerlos por completo.
Tener más de un plan
Podríamos tener tantos planes como letras hay en el abecedario. Suena a locura, pero lo cierto es que tener un único plan nos limita y acota nuestro campo de acción. Además, es más difícil adaptarlo a la realidad.
En lugar de ello, podemos tener varios planes, o escenarios, y así podremos elegir cuál es el que se adapta mejor a nuestra situación actual.
Como dije al principio, creo en planificar, sin importar cuántas veces la realidad nos tire abajo esos planes. Pero también creo que hay que aprender a adaptarse y ser flexibles. Porque las crisis seguirán llegando y los cambios también.
El gran valor de planificar, en este sentido, es pensar en el futuro y en cómo llegar a nuestros objetivos, teniendo en cuenta el componente incierto en la ecuación.