Por Valeria Duarte

La relación que tenemos con el dinero es, sin lugar a dudas, una de las más complejas e intensas que podemos experimentar en nuestra vida. Desde pequeños -y si tenemos suerte de que nos hablen al respecto- nos enseñan que el dinero es importante, que debemos trabajar duro para conseguirlo, que es escaso y que hay que ahorrarlo y administrarlo con sabiduría. Sin embargo, a medida que vamos creciendo, nos damos cuenta que el dinero es mucho más que eso: es una herramienta de poder, una fuente de satisfacción y posibilidades o bien, al contrario, puede ser fuente de frustración, angustia y gran generador de estrés y ansiedad.

La relación que tenemos con el dinero es completamente emocional 

Nos relacionamos con él desde la mentalidad de escasez o bien con mentalidad de abundancia. La mentalidad de escasez se enfoca en lo que nos falta, en lo que no tenemos, en la preocupación constante por el futuro y por nuestra capacidad de cubrir nuestras necesidades básicas. Cuando estamos en la mentalidad de escasez, estamos pensando y sintiendo todo lo que no tenemos, estamos completamente conectados con la falta.  Por el contrario, la mentalidad de abundancia, se enfoca en lo que sí tenemos, en la confianza en nuestros recursos y en la vida para tener suficiente, en la gratitud por lo que hemos logrado, y en nuestra capacidad para generar aún más riqueza y bienestar. 

Pero, ¿por qué a algunos les cuesta tanto gestionar el dinero? ¿Por qué hay personas que, teniendo un buen ingreso, gastan más de lo que ingresan y viven endeudados, angustiados, en descubierto? La respuesta es simple: porque la gestión del dinero no es solamente del dinero, tiene que ver con nuestro control de impulsos, nuestra capacidad de enfoque, nuestra paciencia y nuestra autoestima.

Cuando no sabemos administrar nuestro dinero, en realidad estamos poniendo de manifiesto una serie de emociones y actitudes que nos impiden hacerlo. Por ejemplo, si tenemos una baja autoestima, es muy probable que compremos cosas costosas para sentirnos mejor con nosotros mismos. Si somos impacientes, es posible que gastemos todo nuestro dinero en cosas superficiales en lugar de ahorrar para el futuro e invertir. Si somos distraídos, podemos olvidar pagar nuestras facturas a tiempo y terminar con deudas impagables. Te sorprendería cuántos de mis pacientes se quedan en shock al ver lo que se han gastado en taxi! Esos momentos suelen estar acompañados de mucha culpa, sensación de fracaso, de mucha frustración. Igual que quienes se han “comido” la herencia recibida poquito a poquito y sin darse cuenta: muchísima frustración en el momento de ver la realidad de golpe. 

¿Qué soluciones te propongo?

En este sentido, para gestionar bien nuestro dinero, tenemos que gestionar bien nuestra energía, tiempo, emociones y atrevernos a delinear la vida que queremos llevar. Este último punto es crucial. Sin objetivos no hay dirección. Plasmar con claridad qué tipo de vida quiero, cuánto dinero quiero tener y para qué, te aseguro que no es algo sencillo. A muchas personas les causa vértigo.  Una vez hecho esto, pasamos a identificar nuestras emociones y actitudes hacia el dinero. ¿Cómo nos sentimos cuando hablamos de dinero? ¿Nos da miedo, nos da alegría, nos da ansiedad? ¿Qué pensamos acerca del dinero? ¿Lo vemos como algo positivo o negativo? ¿Creemos que merecemos tener más o menos dinero de lo que tenemos ahora? ¿Cuáles son las creencias limitantes alrededor de él? 

Una vez que hayamos identificado nuestras emociones y actitudes hacia el dinero, podemos comenzar a trabajar en ellas. Por ejemplo, si nos damos cuenta que nos vemos más reflejados en una mentalidad de escasez, podemos comenzar a practicar la gratitud y enfocarnos en lo que sí tenemos en lugar de lo que nos falta. Si somos impacientes, podemos practicar la meditación o el yoga para aprender a controlar nuestros impulsos y enfocarnos en nuestras metas a largo plazo.

Crear y mantener hábitos de abundancia

Los hábitos de abundancia son aquellos que nos ayudan a cultivar una mentalidad de prosperidad y plenitud en nuestra vida. Algunos de los hábitos más efectivos incluyen:

1. Practicar la gratitud diariamente, enfocándonos en todo lo positivo que tenemos en nuestras vidas.

2. Crear una visión clara de nuestros objetivos y metas a largo plazo, visualizándolos con detalle y trabajando diariamente en su consecución.

3. Tomar decisiones financieras sabias y responsables, evitando gastar más de lo que ganamos y ahorrando e invirtiendo de manera inteligente.

4. Cultivar relaciones saludables y positivas con amigos, familiares y colegas, enfocándonos en la colaboración y la reciprocidad.

5. Priorizar nuestro bienestar físico y emocional, haciendo ejercicio regularmente, comiendo sano y buscando actividades que nos traigan alegría y satisfacción.

6. Ser conscientes de nuestros pensamientos y emociones y trabajar constantemente en ellos.

7. Generar ingresos pasivos a través de inversiones y negocios, para asegurarnos un flujo de ingresos constante y sostenible.

8. Practicar la generosidad y la caridad, donando parte de nuestros recursos y tiempo para ayudar a quienes lo necesitan.

En definitiva, la gestión del dinero es mucho más que administrarlo. Es aprender a gestionar nuestras emociones, actitudes y pensamientos hacia el dinero y hacia nosotros mismos. Es aprender a confiar en nuestras capacidades y a delinear la vida que queremos llevar, no sólo en términos financieros, sino también en términos personales y emocionales.

Una buena gestión del dinero no sólo nos permitirá vivir de manera más tranquila y sin preocupaciones, también nos permitirá tener una vida más plena y satisfactoria. Cuando aprendemos a controlar las emociones y a enfocarnos en nuestras metas a largo plazo, somos capaces de lograr auténticas maravillas, no sólo en términos económicos, sino también en términos personales y emocionales.